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Hoy me desperté, miré a mi alrededor y vi un infierno de plástico. Apagué la alarma desde mi celular con una carcasa de plástico, me desperecé, me levanté y me lavé los dientes con un cepillo y pasta dental contenida en un tubo cien por ciento de plástico. Después de una ducha y haber usado productos de higiene en tarros de plástico, me fui al supermercado y compré fruta empacada en el mismo material y otros varios productos que venían en un empaque similar. Al llegar a casa deseché la mitad de las cajas en una bolsa del mismo origen. Hoy nuestras vidas giran en torno al plástico. Fue así que cuando fui a comer, en mi mente solo se cruzaba la ironía de cuántos breves minutos demoramos en consumir un producto y cuántos miles de años se demora una cajita sofisticada de plástico transparente en descomponerse. Estamos en una relación obsesivo-dependiente con el plástico, una de esas que va matando poco a poco a la víctima y que simplemente se acepta porque se piensa que no puede haber algo mejor.

Actualmente, según la ONU, anualmente cada persona ingiere aproximadamente 100.000 partículas de micro-plásticos. Quien sabe sobre las sopas de plástico que se forman en el océano, no se sorprende. El duro precio del desarrollo es un cliché . Y mientras en varias sociedades post-coloniales se ha estigmatizado la sabiduría de los pueblos indígenas, el utilizado enfoque de economía sostenible ya existía hace miles de años allí.

Por dar un ejemplo, dentro de la Cosmovisión Andina la concepción del tiempo es de carácter circular como lo es la vida que gira en torno al ciclo de producción. El respeto a la Madre Tierra, “La Pachamama”; el uso debido de los recursos naturales;  la cultura del aguayo para transportar alimentos y la vida alrededor del sol son algunos de los muchos rasgos de prácticas de sostenibilidad.  Y aún así, siempre me pregunté porqué en algunos países, como ser en Bolivia, los indígenas de las áreas rurales, a lo largo de la historia, han sido clasificados como el sector de la población analfabeta y con falta de educación.  

Desafortunadamente, quizás poco se entiende sobre el fenómeno de alienación producido entre la cultura originaria y la occidental a raíz de la migración económica del campo a la ciudad, donde la urbe brinda un sistema de consumo accesible o una interesante versión sobre el intercambio de metales y piedras preciosas por espejos y cuentas de vidrio, como en los tiempos de la invasión española. 

Es así que continuar con esta relación obsesiva con el plástico es un  verdadero signo de ignorancia, el cual, incrustado en nuestra sociedad y liderado por grandes compañías que lo venden y políticas públicas que lo permiten, nos posiciona como presas fáciles, aunque cómplices también. 

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1 Comentarios

  1. Una industria que nos esta matando cada vez mas aceleradamente

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