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La segunda vuelta electoral supuso un escenario de confrontación política que polarizó la libertad de expresión en redes sociales e incluso la posición de algunos periodistas; discursos racistas, discriminatorios, regionalistas y clasistas afloraron entre quienes se sintieron perdedores en los comicios electorales.

A pesar de algunas protestas en relación a un “fraude” en las calles de algunas ciudades del país, esa narrativa fue disminuyendo a medida que las horas se sucedieron; organismos de observación electoral internacional y nacional presentaron sus informes avalando la labor del Tribunal Supremo Electoral.

Más que evidencias de algún tipo de fraude se dijo que hubo fallas menores; pero llama la atención que las sombras de la crisis socio-política de 2019 y la amenaza del retorno del Movimiento al Socialismo hayan generado susceptibilidad y rechazo en la población boliviana. Esa situación se debe en parte a la crítica situación económica boliviana; aunque las autoridades responsables se siguen ocupando de firmar los últimos documentos que avalan vacaciones y autorizan créditos detenidos por meses, mientras se tensaba la situación a nivel político. Se ha ido midiendo cuán conveniente sería la compra y distribución de gasolina y diésel o cuánto podría aguantar la población a esa presión.

A ese contexto se sumó la derrota de dos o tres de los candidatos que invirtieron importantes sumas de dinero en espacios pagados en medios de comunicación, en publicidad promocional en redes sociales y el pago por encuestas a empresas cuyos datos fueron erróneos.

Se podría afirmar que durante los meses de septiembre y octubre se hizo un intento sistemático de confundir a la población con guerra sucia, desinformación y discursos de odio, producidos desde cuentas de partidos políticos e influencers.  Se enfatizó en el pasado político de Quiroga y Paz; aunque el papel de los candidatos a vicepresidentes fue más cuestionado.

Cuando pensamos que hemos pasado mucho como país, resurgen afirmaciones que dividen desde las clases sociales, desde las posiciones políticas y desde los regionalismos.

Bolivia Verifica, empresa especializada en verificar desinformación, confirmó que eran reales unos tuits racistas en la cuenta de Twitter de Juan Pablo Velasco. Según Chequea Bolivia, aunque la cuenta fue eliminada, existe evidencia suficiente debido a la interacción con otros usuarios. Esa cuenta fue registrada ante el TSE y posee contenido semejante desde 2010 como: “¡¡A los collas hay que matarlos a todooossss!!”. El excandidato negó ser el autor de esas publicaciones; aunque expertos informáticos confirmaron que ese contenido se publicó desde su cuenta. Desafortunadamente, el o los asesores de campaña de Quiroga y Velasco no le permitieron reconocer con hidalguía su error para usarlo estratégicamente como una falla debido a la edad o como una etapa superada. Me parece que pudo haberse manejado la situación para mostrar a un Velasco diez años después más maduro y respetuoso de todas y todos los bolivianos; pero se optó por negar y cuestionar a las verificadoras.

En el caso de Edmand Lara, quien era candidato a la vicepresidencia por el PDC, tuvo varias intervenciones desafortunadas al comparar a Bolivia y la corrupción con enfermos con cáncer; llamar “cobarde y maricón” (sic) al expresidente y candidato derechista Jorge Tuto Quiroga y denunciar sin respaldo a algunos medios de comunicación. Todas esas intervenciones le restaron credibilidad y jugaron un rol de contrapropaganda que no estoy segura si se planeó anticipadamente o fueron resultado de la improvisación.

Por otro lado, la diputada de Comunidad Ciudadana (CC) Mayra Zalles, mediante un video difundido en su cuenta de TikTok, señaló que muchos de los que votaron por el Partido Demócrata Cristiano (PDC) fue porque no pudieron entender el plan de gobierno de Jorge “Tuto” Quiroga y votaron “desde el nivel de educación que tienen”. Ese es uno de muchos mensajes compartidos en redes sociales en los que algunas personas discriminaron desde sus privilegios de clase a otras por pensar distinto.

Luego de la elección del 19 de octubre, la votación dio la victoria al Partido Demócrata Cristiano (PDC), liderado por Rodrigo Paz y Edmand Lara, pero desafortunadamente se están manejando narrativas como si Bolivia estuviera dividida entre oriente y occidente como en 2008, época de alta tensión social debido a las autonomías departamentales. Por fortuna, existen iniciativas tecnológicas como LabTecnoSocial que diseñaron una aplicación automatizada que muestra en tiempo real que el voto fue disperso y plural en todas las regiones del país.

Como se aprecia, los unos y otros usan la excusa de la campaña electoral para recurrir a los ataques y críticas en el marco de una guerra desleal y poco respetuosa, no con el otro adversario político, sino con la población que, aunque en ocasiones “ríe a sus costillas” en el fondo percibe lo retorcido del juego del desprestigio mutuo. En medio de la batalla discursiva por el poder, porque al final es eso, todos los bolivianos perdemos: collas, cambas, chapacos, norteños y sureños, hombres, mujeres, niños, niñas, adolescentes, jóvenes y adultos mayores, morenos, mestizos, afrodescendientes y blancos.

Retomar los dormidos prejuicios y estereotipos que nos dividen no contribuye a ser un buen candidato que pregona que sacará al país de la miseria. Necesitamos “salvadores” y esa probablemente es una de las razones por la que los bolivianos tienen esperanza en mejores días. Son los mitos en los que creemos, pero cuidado que la deificación de actores políticos suele venir acompañada de excesivo ego, ambición, autoritarismo y servilismo que han corrompido a muchos líderes en nuestro pasado inmediato. Y en ese escenario ni líderes de izquierda ni de centro ni de derecha se salvan, lo cuenta nuestra historia con varios ejemplos.

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