0

La persecución política, la anulación del contrario, la difamación, el revanchismo, la victimización, la hostilidad permanente, el odio.

La instauración de la mentira como verdad, los falsos argumentos, las acusaciones sin causa, el fanatismo, el fundamentalismo, la manipulación de consciencias.

La intolerancia, la mofa, la terquedad, la exaltación de ánimos, el azuzamiento de los miedos, la incomprensión, la intransigencia, la imposición fanática a nombre de la democracia, la violencia a nombre de la paz, el odio a nombre del amor.

El amedrentamiento, el amordazamiento, las amenazas, las represalias, los chantajes, la intimidación.

El ventajismo, el aprovechamiento, la estafa, el fraude, la simulación, el dolo, la astucia ladina, la hipocresía, el simulacro, las trampas y los engaños, el disfraz, la imposición de la ficción.

La instrumentalización de la justicia, el torcimiento de las leyes, la falsa invocación de los derechos, la falsaria exaltación de la democracia, la utilización de tontos útiles, la glorificación de los crímenes, el ensalzamiento de los violentos, la apoteosis de los abusadores, la exacerbación de la pasión.

Las detenciones ilegales, la suspensión de los derechos procesales, la violación de los derechos humanos, el adelantamiento de sentencias, el forzamiento de tipos, tipicidades y tipificaciones legales, la falta de garantías, la humillación.

La inversión de la historia, el triunfo de los mitos por sobre las verdades, la ideología enseñoreándose por sobre la realidad, el adoctrinamiento, el lavado de cerebros, la legitimación de las mentiras de tanto repetirlas una y otra vez.

Los miles de arbitrariedades, embustes y embaucamientos gracias a una red de medios de comunicación: la inculcación, la celebración de la venganza, el odio y la agresión. 

El no respeto al orden constitucional, la lectura tergiversada de la Constitución, de las leyes, de las causas y los efectos, la selección aprovechada de lo que conviene aplicar: amnistía absoluta para los acólitos, condena absoluta para los enemigos. 

Eso y mucho más, desde hace ya tres lustros, se va convirtiendo en la lógica aceptada y normal del pensar y el actuar. Todas las formas de la iniquidad, todas las formas del abuso, son, poco a poco, posibles.

Y todo esto me lleva a pensar que, lo que se vive ahora en Bolivia, es un movimiento al totalitarismo. Sí, porque los síntomas son demasiado evidentes. La meticulosa conformación de una realidad aparte, que, como decía Hannah Arendt, no es más que la imposición de la Ideología por encima de todo orden histórico y por encima de los hechos reales, en estos días de marzo de 2021 se profundiza a través de una de las primeras acciones típicas de los regímenes totalitarios: la persecución y posterior aniquilación de los adversarios (devenidos en enemigos) políticos, y junto a ello, una pedagogía del temor, del sometimiento moral cada vez mayor.

Que se logre o no, esa es otra cosa, y depende de cuánta resistencia social se activará a partir de ahora. Pero el camino al totalitarismo está iniciado. ¿Qué vendrá después? Podría aparecer la policía secreta, las detenciones y desapariciones, y luego, sea cual sea la forma en la que se encarne, los campos de concentración. Es más, se trata de volver a toda Bolivia en un gran campo de concentración. ¿Es un delirio pensarlo? Hay que recordar que en Bolivia ya existieron, y que no han merecido sin embargo el interés de los investigadores. Porque se trata de conseguir el poder total, aquél que, como decía Arendt, se basa en el lema de “todo es posible”.  ¿Y luego qué? La deshumanización paulatina no sólo de los “enemigos”, sino de toda la sociedad.

Ya se ven, hace años, las señales de un sistema de control social donde la voluntad del jefe máximo, o de una pequeña facción de elite en el poder, se transforma en “la ley del partido”, y poco a poco, este control (llamado “orgánico” entre los seguidores del partido en Bolivia), va controlando vidas, cuerpos y almas. Se instaura entonces un régimen de sospecha permanente, de delaciones, por fin, de terror.

Arendt enfatizó crucialmente en el hecho de que la dominación total busca hacer que la infinita diferenciación entre las personas desaparezca, y que toda la población se convierta en un solo individuo uniforme, donde cada quien reaccione de manera prácticamente idéntica a los demás, desapareciendo entonces la espontaneidad y, por tanto, la libertad, que es inherente a la condición humana. El máximo de uniformidad, en el máximo de control y de obediencia, pero todo esto con una sociedad cada vez más fanatizada, más inoculada de odio contra un enemigo que es preciso construir, reconstruir e invocar todos los días, a todas horas, tal como ocurría en los “dos minutos de odio” de la sociedad opresiva de 1984, de Orwell, e incluso “la semana de odio”. Esos tiempos, en que se expresaba todo el odio posible contra el enemigo materializado en imágenes de televisión, hoy en día puede multiplicarse a todas las horas de todos los días a través de los chats colectivos de WhatsApp, los twitts, las publicaciones por Facebook, etcétera. El odio fomentado a cada hora, con todas las mentiras, con todas las difamaciones posibles, de manera anónima o casi anónima, el odio ya, adelantando entonces una sociedad de dominación total y de escarnio permanente contra todo aquél que ose, siquiera, pensar diferente.

En estos días de marzo de 2021, muchas personas en Bolivia creen que esta sed de venganza, esta construcción fabulosa de los hechos, este deleite en el sufrimiento ajeno, en la sensación de una falsa justicia que no es más que ajusticiamiento por revancha y por rencor desbocado, en estos días, se incuba entonces el movimiento al totalitarismo, y muchas personas lo celebran como si el día de la gloria final hubiese llegado. Pero todo eso no es más que una ilusión, pero una ilusión degradada, porque también se deshumanizan los que creen que con este “mal radical” se creará una sociedad mejor. Siempre será igual: buscando el paraíso en la Tierra, se construyen infiernos. Pero aún estamos a tiempo de evitarlo. Eso depende de esa ansia también inmensa de los seres humanos por la libertad.  

¿Cuándo nos jodimos tanto? O cuándo la violencia hacia la mujer no importa

Noticia Anterior

Comentarios

Deja un Comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *