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Las cosas cambiarán en Bolivia. Poco a poco, con un gran esfuerzo, pero cambiarán.

¿Y cómo cambiarán, si es casi una tautología decir que “las cosas cambian”, cuando sabemos que todo existe en el largo e irrevocable camino de la entropía?

Cuando decimos ‘cambio’, en el mundo de los libros y frases motivacionales de la autoayuda, puede ser el cambio personal, ese sueño extraño de que con aromas y terapias compartidas a través de posts, en efecto te convertirás en un “ángel de luz”.

Pero también cuando decimos ‘cambio’, solemos referirnos, en una mezcla de pseudosociología y pensamiento utópico, al cambio social, concepto que de hecho es imperfecto, pero bueno, a ese cambio me refiero aquí.

Entonces quiero decir: las cosas sociales cambiarán en Bolivia, o el orden del poder social, o el orden de las relaciones entre personas. Despacio, pero lo harán.

Porque en realidad estamos viviendo un proceso de transición entre un orden que se creía eterno, definitivo, perfecto, virtuoso, hacia una tierra de lo incierto, lo dudoso, pero por ese mismo hecho, hacia lo fructífero y esperanzador.

Es el hecho de la libertad humana, de su libre albedrío. Siempre hay una nueva oportunidad para estar mejor. Claro, también la hay para estar peor; pero eso, confío, no ocurrirá.

El destino de los hombres lo hacen los mismos hombres, pero lamentablemente no somos conscientes o no queremos o no podemos conocer las consecuencias no intencionales de nuestras conductas intencionales.

Por eso los 13 años, 9 meses y 18 días del pasado político inmediato fueron básicamente la construcción de un futuro que, al prometer el paraíso en la Tierra, en realidad se estaba encargando de edificar un infiernillo: el poder total, el control de almas y de cuerpos, el sometimiento, como tantas veces se ha querido y se ha obligado hacer en la historia.

Sabemos ahora que el montaje de los poderes totales y totalitarios no se hace solamente a la fuerza: se hace con la aquiescencia y el fanatismo de los grupos que se sienten favorecidos por ese poderío y abuso de poder. No es casual que a esto se lo llamara “dictadura del proletariado” o mejor aún, con el término gramsciano de “lucha por la hegemonía” de las clases subalternas, y otros parecidos aunque no fueran de origen marxista. En todos los casos, la explícita referencia al poder total de unos sobre otros no puede ser más que una ideología bélica, donde la victoria de unos (“hasta la victoria siempre”) es el sufrimiento, la humillación y muerte de otros.  

En el fondo es una sed de venganza. Si un grupo social, de manera más imaginaria que real —aunque eso no quita, por cierto, las iniquidades cometidas por los grupos oligárquicos— ha sometido a mi propio grupo por décadas o por siglos, entonces parecería que no hay nada de inmoral en querer someterlos para siempre, aniquilarlos, extinguirlos, a nombre de unos ideales de “justicia” que en fondo esconden ilusiones de escarmiento.

O como dice un meme reciente: “¿Usted está de acuerdo con eliminar por completo a la derecha en Bolivia, por empobrecer históricamente a Bolivia? La derecha convirtió a Bolivia en el país más pobre del continente, la derecha es el parásito de Bolivia”. Poco importan las falacias de este aserto. Bolivia fue pobre (es decir, muchos de los bolivianos fueron pobres), antes de que siquiera se relacionara “derecha” con una orientación política. Se ponen a todos los que no comulgan con el pensamiento del MAS en el mismo saco de “la derecha”, sin molestarse en ver siquiera los matices. En fin: nada de eso importa; se pide a la gente que manifiesten su acuerdo con la “eliminación completa” de estos enemigos… y eso se hace de dos maneras: o los sometes mediante el terror y la fuerza, o los desapareces físicamente. Exactamente lo que ocurre en una guerra.

Lo extraño de todo esto es que ese era prácticamente el mismo lenguaje que utilizaban las dictaduras militares (claramente de derecha) en las décadas de 1970 y 1980, en relación a los izquierdistas. Hay, por cierto, mucha gente que se declara rabiosamente de derecha que podría usar el meme al revés: estar de acuerdo con “eliminar por completo a la izquierda”. Y así sucesivamente: la pulsión más atávica de los seres humanos, la guerra de aniquilación del enemigo, sigue estando presente en las emociones políticas de muchos bolivianos, y no sé si a eso se le puede llamar, fácilmente, “espíritu democrático”.

Entonces abogo por un cambio de otro tipo. No el de la falsa convivencia entre unos y otros en un mundo de desigualdades y odios cada vez más enfermizos. No el del falso bienestar social de un crecimiento económico a cualquier precio, especialmente al precio de la devastación de animales, plantas, árboles, ríos, lagos, paisajes y ecosistemas.

Tampoco se trata de un cambio basado en ideales positivos, pero ingenuos, como “la regeneración moral” o cosas por el estilo.

Pienso más bien en un cambio que irá pacificando a las personas, quienes tomarán conciencia y edificarán convivencia no porque se les impongan leyes de control, sino porque se sentirán más satisfechas de sus vidas y serán conscientes de sus actos.

Claro, muchas desigualdades tienen que terminar, y muchas “necesidades básicas” tienen que ser cubiertas. Pero no es ese el punto del cambio real.

El cambio estará en la manera en que unos y otros se consideren entre sí, y en los entramados de relaciones que por ello construyan, y en el cambio psicológico que eso implique.  De alguna manera algo así como “un nuevo pacto social”. Pero esa expresión “técnica” no abarca el sentido de lo que quiero decir.

Es un cambio profundo en las personalidades de los bolivianos, por lo menos de sus rasgos más oscuros, y eso se logrará cambiando la estructura de relaciones sociales. ¿Cómo se logra eso? Bueno, ese es el gran desafío… pero la educación, la verdadera educación (no la que se supone es responsabilidad solamente de las escuelas), tiene un gran papel para esta transformación. 

Las cosas sociales cambiarán, sea como sea. Depende de todos nosotros, atados por este tipo de relaciones que nos aplastan, el cambiar los actuales lazos por otros mejores. Atados unos a otros, no hay salida a eso: pero estaremos atados con mejores nudos, que posibiliten llegar las grandes esperanzas. Y esto tiene mucho que ver con el diálogo y el entendimiento entre unos y otros, con la paz y con la tolerancia. Pero también con la razón y la consciencia.

Bolívar lo dijo de manera más precisa: “Moral y luces son los polos de una República, moral y luces son nuestras primeras necesidades”. Y también las últimas. A ellas se llega marchando “con pasos firmes hacia el augusto Templo de la Libertad”.  Sí, y aunque el esfuerzo es grande, por lo que “más cuesta mantener el equilibrio de la Libertad, que soportar el peso de la tiranía”… pero contra esta última debemos marchar. Si somos bolivianos, rendiremos homenaje a Bolívar si no olvidamos que moral y luces en libertad son el camino que debemos andar.

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