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En el contexto de crisis económica que vive la mayor parte de la población surge la duda de quién o quiénes son los responsables y la respuesta es que la culpa la tenemos todos.

Esa culpa se traduce en la naturalización de la violencia y la corrupción; nuestra tolerancia ante la falta de apego a las leyes y a las reglas morales de respeto mutuo. Aún contamos con una élite de políticos y empresarios que están muy bien acomodados; no pasan hambre ni tienen la preocupación de conseguir ingresos para solventar los gastos cotidianos de la familia.

Según Tomianovic (19/06/2025), el informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés) manifestó: “Se espera que la inseguridad alimentaria se deteriore durante el período de pronóstico, debido a la alta inflación sostenida y la disminución de las reservas de divisas. Se proyecta que esto continuará erosionando la capacidad de importación y el poder adquisitivo de los hogares, lo que limitará aún más el acceso a los alimentos” (FAO, 2025).

Adicionalmente, el informe menciona la “escasez de combustibles” como un factor que afectaría la capacidad agrícola de un país que ya tuvo una cosecha por debajo del promedio en 2024. La FAO destaca que, para octubre de 2024, más de 2.2 millones de personas, entorno al 19% de la población, ya se encuentran en una situación de inseguridad alimentaria, esto según la metodología CARI (Consolidated Approach for Reporting Indicators of Food Security) de la World Food Program (WFP) (FAO, 2025).

Los precios de los alimentos, medicamentos y diverso tipo de productos no paran de subir. Si bien algunos precios de las legumbres han bajado igual que el precio del pollo, existen costos que se mantienen altos y siguen aumentando. ¿Cuál será el límite de esta inflación descontrolada? No lo sabemos y quienes nos podrían dar respuestas prefieren callar por cálculo político.

La clase adinerada envía a sus hijos a estudiar al exterior “para que se salven de este país sin futuro”, dicen. La clase más pobre se debate día a día por conseguir el sustento para alimentar a sus familias, pero cada vez es angustiosamente difícil. Por otro lado, la clase media es la que tiene en sus manos decidir el rumbo a seguir a partir de su participación, mayor información y conocimiento de las luces y sombras de la administración pública porque está conformada por funcionarios del aparato estatal, microempresarios que pagan impuestos y profesionales del sector privado que se educaron para ocupar un puesto de trabajo sin mucha esperanza de prosperar porque les tocará trabajar toda su vida. Y al final de la vida, cansados y enfermos verán cómo su honestidad y rectitud les permite tener la conciencia tranquila, pero los bolsillos llenos de frustración.

El 72% de la población reside en el eje central del país, que incluye las ciudades de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz. Esto significa que más de dos tercios de los bolivianos viven en esta región. Hemos abandonado el área rural y además la posibilidad de cultivar legumbres, granos y fruta que abastecían la mesa de las y los bolivianos. Ahora importamos del Perú, Chile, Argentina y Brasil las verduras, frutas, envasados, ropa y todo cuanto pueda ser consumido, del mismo modo que compramos gasolina y diésel. ¿Qué producimos? Al parecer muy poco para el consumo interno. Los grandes agroindustriales producen para exportar, la minería depreda ríos y montañas en complicidad con otros delitos como la trata y tráfico y el narcotráfico.

Se ha normalizado hacer lo que sea para generar ingresos; aunque ello signifique vender a la madre u olvidarla en un hogar de ancianos; prostituir o violar a nuestras hijas por unos pesos; matar a la esposa, concubina o expareja porque se piensa “si no es mía, no será de nadie” desde una ofuscada lógica patriarcal. La impunidad de todos estos actos está reñida con la ley, pero muchos representantes políticos también violentan mujeres y niñas sin ningún escrúpulo, es más, otras mujeres correligionarias consiguen favores o beneficios por hacer esas gestiones sin el más mínimo atisbo de conciencia.

En esa misma línea y para proteger el puesto de trabajo se paga el “interés” mensual al partido o al “compadre” que nos consiguió ese trabajo. En muchas ocasiones, la formación y la experiencia no cuentan; se priorizan los nexos políticos, la prebenda y el compadrazgo político antes de la capacidad de las personas. Por ello, desafortunadamente la población sufre las consecuencias de la pésima atención de funcionarios que no saben lo que hacen, improvisan o cobran “coimas” ilegales para hacer el trabajo por el que les pagan.

Pero también es nuestra culpa como ciudadanos seguir naturalizando la “viveza criolla”, esa que afirma que “el fin justifica los medios” sin moral, sin ética, sin principios, sin respeto a los derechos humanos. Recuérdelo cuando usted no haga fila, sino que pague a alguien para que le facilite su puesto por 10 bolivianos; cuando compre una entrada al partido de fútbol o al concierto de quienes las revenden a mayor precio o cuando usted acuda a un prostíbulo y pague por estar con una niña encadenada a una cama. Piénselo también cuando elija un candidato político porque le da empleo a su familiar; aunque usted sepa que es un corrupto que ha evadido a la justicia pagando a policías y jueces.

Tómelo en cuenta cuando falte el pan en casa; cuando tenga que hacer peripecias para conseguir aceite o tenga que reducir el consumo de carne a una o dos veces por semana porque su costo es casi un lujo.

Esta situación se ilustra en dos ejemplos. Primero, sólo en La Paz 18 mil estudiantes de secundaria dejaron el colegio para trabajar debido a la crisis económica. Los adolescentes se vieron obligados a buscar ingresos para sus familias, según José Luis Álvarez, delegado de la Federación de Trabajadores de Educación Urbana de La Paz (Red Uno, 09(06/2025).

Segundo, la tasa de desempleo en Bolivia para el primer trimestre de 2025 se situó en 3.9% en áreas urbanas, según datos de la Encuesta Continua de Empleo (ECE) del Instituto Nacional de Estadística (INE). Sin embargo, el desempleo juvenil sigue siendo una preocupación, con una tasa del 6% entre los jóvenes de 16 a 28 años.

Hemos perdido el norte como país. Los liderazgos políticos se han corrompido y los candidatos hacen alianzas para buscar beneficios. La democracia boliviana pende de un hilo. Sin identidad ni principios, seremos presa del caos y la desesperación debido a la incertidumbre de un mañana que se pinta día a día más sombrío.

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