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Al acercarse las elecciones generales del 20 de octubre de 2019, muchos bolivianos esperan los resultados de las nuevas encuestas. ¿Quién está puntero en la intención de voto, quién segundo, quién tercero, quién a la cola? Crece la incertidumbre.

Entre esto y el espíritu que mueve a los apostadores en las carreras de caballos hay poca diferencia. La impaciencia de la gente hace que se invente todo tipo de vaticinios, así sean estos “científicamente calculados”, como en efecto suelen ser las encuestas. Pero el futuro nadie lo sabe, y esta es la realidad: solo podemos intentar imaginarlo, solo podemos intentar hacerlo coincidir con nuestras esperanzas.

¿Y quiénes sacan provecho de esta inquietud por los vaticinios de la gente? Los medios masivos de comunicación. Si en un principio fueron los periódicos –en Bolivia las encuestas de preferencia electoral empezaron a ser auspiciadas por la prensa escrita a fines de la década de 1980—luego esta iniciativa fue llevada adelante por los canales de televisión, los que unen el beneficio económico con el entretenimiento: las elecciones convertidas en espectáculos de masa.

¿Podemos fiarnos de los resultados de las encuestas electorales? ¿Debemos otorgarles el crédito de decir la verdad definitiva, de vaticinar el futuro, o de conocer lo que ocurre en las mentes de todos los que votarán? La respuesta es no. Son solo indicadores generales, más o menos fiables, de un estado de opiniones, que en condiciones controladas, pueden brindar un razonable acercamiento a lo que efectivamente ocurrirá en unas elecciones, pero no son infalibles.

El problema aquí es, en realidad, el mismo que el de la magia. Se trata de adivinar el futuro. El investigador en Ciencia Política Daniel Cabrera asocia de manera muy significativa las encuestas de opinión con los antiguos oráculos o los horóscopos. Apunta Cabrera que, en todo caso, no son las encuestas como técnicas las que fallan en sus pronósticos, sino los que las llevan adelante y los que las interpretan. Y dependiendo de quién las interprete, como suelen hacer los “analistas” en los programas estelares de televisión, los resultados de esas encuestas pueden ser mostrados como prueba de que el candidato X está a punto de ganar, o que por el contrario, ya prácticamente perdió. Lo cierto es que los políticos y sus estrategas de campaña, al tener presencia mediática, manipularán los resultados de un sondeo electoral a su conveniencia, incluso pagando por resultados favorables.

Se discute mucho si la difusión de estos resultados puede influir o no en el voto de los “indecisos”. Cabrera sostiene que este grupo suele sobredimensionarse y que las encuestas no tienen por qué ser el único factor que los empuje a decidir.

Por otra parte, esperar que los sondeos electorales sean el único factor condicionante de los resultados finales de una elección política, es darle demasiado poder a este instrumento. Los climas de opinión son, apunta Cabrera, un elemento clave a considerar a momento de interpretar los resultados de un sondeo electoral. ¿En qué clima de opinión nos encontramos en Bolivia? En un clima de desolación anímica, de desastre, de desastre nacional; aunque el gobierno se niegue en aceptar.

En fin: sin descartar la capacidad predictiva de las encuestas de preferencia de voto, podemos observar que, en una coyuntura política como la que vive Bolivia entre agosto y septiembre de 2019, las encuestas aparecen como otras tantas yescas que alimentan los fuegos mentales y el enfrentamiento social, tanto como en el mismo momento los incendios provocados están devastando ecosistemas y matando flora y fauna en las tierras bajas bolivianas. Doble incendio, inmenso aumento del malestar social (por lo menos para aquellos que valoran la naturaleza), y una tendencia al paroxismo materializado en las cada vez más cercanas elecciones.

Ya lo sabe la neurociencia: nuestras creencias y nuestros miedos pueden decidir por nosotros. Las elecciones políticas generales se convierten en un ring de pelea entre los miedos de unos y las dogmas de otros, entre sueños y aspiraciones de muchos por una sociedad mejor, de bienestar, de más democracia, de mayores oportunidades, de más derechos, de progreso, pero también de preservación y respeto de la naturaleza.

Si hay un punto incuestionable en las encuestas de preferencia electoral en lo que va de 2019, es la abrumadora caída del apoyo social a Evo Morales. Esto ya de por sí puede considerarse como un razonable aporte de las encuestas: pero esto también puede prender aún más las alarmas de aquellos que se sienten arrinconados, de aquellos que no quieren perder privilegios alcanzados y, en algunos casos, derechos conquistados; aunque también se presencia un proceso regresivo de pérdida de derechos antes obtenidos. 

Es un oscuro tiempo, cubierto de fuego y cenizas de lo que alguna vez pudo ser una esperanza para muchos. Pero estos muchos, tal vez por la espiral del silencio de la que hablan los teóricos de las encuestas electorales, manifestarán en las urnas su profunda indignación con un proyecto de Estado en decadencia, aún más decepcionante por cuanto prometió mucho, pero cayó en un pozo de abyección, arrogancia y abusos de poder. Las encuestas así son un otro tizón de este incendio que esperemos no destruya aún más lo que ya destruyó: de las cenizas y la muerte tendrán que renacer el respeto a la vida, la justicia y la paz.

Publicado el 17 de septiembre de 2019

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