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Enunciar algo tiene un poder especial que algunos llaman magia y otros la denominan sabiduría. La palabra puede bendecir o maldecir, edificar o destruir. En los tiempos que corren, los actores políticos empezaron a usar la palabra en discursos de propaganda y desconfianza.

La palabra forma parte del pensamiento y habilidad humana para comunicarse, los estudios sobre la filosofía del lenguaje datan su origen en los primeros años de la evolución de la raza humana. Aprendimos a expresar verbalmente primero y luego a nombrar los objetos a nuestro alrededor con signos a los que asignamos valor o sentido.

Así sucesivamente desarrollamos formas de narrar, escribir y representar con pintura rupestre, papiros, libelos, manuscritos, pancartas, afiches, grafitis y memes. De las cartas pasamos a los correos electrónicos, los mensajes de Whatsapp y las videollamadas.

De esa misma forma evolucionó la Comunicación Política y el marketing que ahora usan la programación neurolingüística y los algoritmos en redes sociales para manipular nuestras emociones, en especial nuestros miedos. Esos temores de tener sustento, trabajo, salud o placeres. Como nunca la sociedad líquida de Bauman aflora en su esencia misma: el individualismo, ése que se ve intensificado debido a la fragilidad de los vínculos sociales y la constante necesidad de adaptación a un entorno cambiante; ése que traiciona y propicia la deslealtad por conseguir sus propósitos, los de siempre: el poder económico y político.

Tenemos varios candidatos políticos nombrados a sí mismos como la opción “salvadora”, “la esperanza de mejores días”; pero, todos son parte de un gran desencanto. Los antiguos políticos quieren volver al poder para seguir enriqueciéndose “legal” o ilegalmente; los nuevos políticos los criticaron e hicieron exactamente lo mismo. Los grandes discursos y slogans políticos prometen milagros económicos o disimulan cuando sabemos que “regalarán o hipotecarán” al país y sus siguientes generaciones ante organismos financieros globales.

Las palabras hoy han sido vaciadas de sentido porque les asignaron un valor que demostraron poseer, como cuando alguien te pide prestado dinero o su voto y nunca vuelves a verlo. Se habla en nombre de sectores populares o empresariales, pero sólo se negocian alianzas buscando beneficios. Si no me creen eso mismo pasa con los funcionarios públicos que provienen del sector minero y presionan porque tienen el poder para que se firmen leyes que autorizan la depredación de la naturaleza y la contaminación del medio ambiente.

En definitiva, esos “pactos” sellan con palabras con mayor y descarada frecuencia la pena de muerte de quienes habitan esas regiones. Miles han sido condenados a enfermedades causadas por la contaminación del agua, la tala indiscriminada de bosques y la muerte de millones de especies animales. Así pasó y sigue pasando cada año con los incendios forestales causados intencionalmente, como en la Chiquitanía o con la contaminación de los ríos, la pérdida de sembradíos y la muerte lenta de pueblos indígenas.

Mientras otros países están buscando hacer sostenible su vida en el planeta, nuestros conciudadanos piensan en enriquecerse, no les importa nada más. Algunos de esos sectores se dan el lujo de sitiar las ciudades, amenazar con dinamita, beber en las calles y agredir a otros bolivianos y bolivianas. Sus medidas de presión son escuchadas rápidamente y el gobierno de turno accede rápido a sus demandas porque son aliados del poder.

Las palabras convertidas en poesía casi han desaparecido, ahora se usan para vender “pompas de jabón”. Qué difícil creer en lo que dicen las palabras, hoy en día las acompañan imágenes, música y el baile de creadores de contenidos que nos entretenían, pero ahora apoyan a X o Z candidato. La originalidad terminó convertida en comedia burda, las campañas políticas empezaron el 2024, se impulsaron con encuestas de dudosa calidad a principios de 2025 y con el inicio oficial de periodo electoral dieron rienda suelta a la “guerra sucia” para descalificar al contrincante político.

Se usó la palabra “alianza” para maquillar una unidad que nunca existió sólo motivada por la creencia: “es mejor tener a tu enemigo cerca para vigilarlo”. Preocupa que en esa misma lógica se impulse también la desinformación y la burla escale a discurso de odio, esa combinación de factores que divide y polariza, que lleva a la violencia y el enfrentamiento.

La necesidad de escuchar con atención, leer con calma y pensar con cuidado son más que nunca esenciales. Poco se habla de la alfabetización mediática e informacional para aprender a verificar los mensajes desinformadores, la mala intención detrás de la burla o el mensaje descalificador. Seamos prudentes y sensatos antes de reproducir la mentira, la manipulación o el odio porque nuestro país y los más jóvenes merecen vivir ese futuro que estamos socavando.

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