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La economía en Bolivia se desplomó los aciagos días de noviembre del año pasado. Por ejemplo, muchas bodas programadas para fin de año —evento que mueve mucho dinero— fueron suspendidas. Los organizadores y todo lo que gira alrededor (florerías, maquilladoras, salones de eventos) colocaron grandes esperanzas de recuperación en el “año par”. Por otro lado, la cadena alimenticia, que fue el principal objeto de los ataques de la furia de un partido político en retirada, impactó negativamente en otros rubros como una bola de nieve. Sin embargo, había expectativas en días, si bien no mejores, al menos llevaderos. Ya se sabía que los precios de los hidrocarburos habían alcanzado el año 2013 el pico máximo en los mercados internacionales y se venían tiempos de vacas flacas.

No obstante, nadie podía imaginar la aparición de la pandemia mundial del Covid-19  y el impacto negativo que tuvo y tendrá en la economía mundial. Nuestra alicaída economía no podía estar al margen y sufrió un zarpazo demoledor y lo inimaginable está por venir. En junio de este año, en el informe “Perspectivas Económicas Mundiales”, el Banco Mundial proyectó que la economía en Bolivia será la peor en 34 años. Se señala que el año 1986 —nefasto hito histórico— el PIB (producto interno bruto) se contrajo 2,5%, en tanto que para este 2020 se proyecta un descenso incluso más brutal, del 5,9%. O sea, mucho peor.

Si con un histórico auge de altos precios de hidrocarburos y minerales, la economía boliviana era básicamente informal y asentada en la actividad terciaria, con el desplome que se prevé cientos de empleos se irán a perder. Para mayo de este año, nuestra economía ya estaba “en coma”, al desplomarse los sectores de la minería, la construcción, el transporte y almacenamiento y comercio. Ya se anuncian cierre de empresas, fábricas, emprendimientos. Las tensiones sociales, de hecho ya exacerbadas, estallarán haciendo el país ingobernable para el partido que resulte ganador en las elecciones de octubre. Dos sectores son especialmente sensibles, la minería y la construcción, que agrupan a la población de mano de obra no calificada o escasamente calificada. Si se desmoronan, arrastran al comercio y así en efecto dominó.

Hay la necesidad de mirar hacia ese año 1986, momento en que el PIB descendió por debajo de cero. Los expertos señalan que el PIB, así sea por mínimos, siempre registró cifras positivas, excepto ese 1986. De ese tiempo han transcurrido 34 años; los que eran muy niños o nacieron en ese tiempo no supieron en conciencia lo que era una economía en ruinas. Hoy ya estarán casados y se estará en la segunda generación pos 1986. Los adultos ya hemos olvidado esos tiempos traumáticos, pero, por esa historia cíclica, la pesadilla de la crisis económica se nos vuelve a aparecer. Y las lecciones no son tranquilizadoras.

Estaba en el poder Víctor Paz Estenssoro. Sin embargo, el descalabro de ese 1986 no surgió de la nada. El país, luego de incesantes luchas en contra de las dictaduras militares, en 1982, había retornado a la democracia llevando al poder a partidos de izquierda liderados por Hernán Siles Zuazo. Paz Estenssoro, frío y calculador, condujo una oposición muy dura en contra del gobierno de Siles. Todo confabuló en contra de Siles, tensiones internas al interior de la UDP, una COB siempre en apronte, el Parlamento en contra, el desastre económico con una inflación galopante, etc. Siles acortó su mandato y el año 1985 se convocaron a nuevas elecciones. Esa experiencia de la izquierda en Bolivia dejó una huella profunda en la memoria de la población que la llevaría más tarde a votar por partidos de derecha.

Paz Estenssoro representaba centroderecha y Banzer derecha a secas. La gente no había olvidado que Banzer representaba lo más siniestro de las dictaduras, que incluía un Plan Cóndor. No obstante, la población le dio el voto al exdictador con el 28,5% de los sufragios, seguido de cerca por Paz con el 26,4% (cifras un tanto que detenta el MAS en la intención de voto). Por tanto, obviando que se trataba de un exrepresor, la gente quería “orden, paz y trabajo”. No quería ya una inflación en la que un enorme fardo de dinero alcanzaba para un kilo de azúcar o menos, sumado al ocultamiento de productos de primera necesidad.

Para impedir que el exdictador se encumbre como mandatario constitucional, las fuerzas principales eligieron en el congreso al siguiente en el caudal de votos, Víctor Paz Estenssoro. El veterano político asumió el mando en medio de una recesión aguda, que este espacio es insuficiente para describir. Con ese rostro inexpresivo, nos anunció: “Bolivia se nos muere”. Todos quedamos sin aliento. Y realmente el país se moría.

Paz estableció una Nueva Política Económica, un programa de ajuste estructural tan severo, que significó el cierre de las minas deficitarias, congelación de salarios, renuncia a la emisión de moneda, etc. Ciertamente, se logró la estabilidad económica, pero a un costo social elevadísimo. Paz Estenssoro no dudó en aliarse con Banzer, para evitarse asonadas militares y garantizarse un mínimo de gobernabilidad.

Ese año de 1986 fue terrible en todo sentido. Claro está que la COB y otras fuerzas se aprestaron a oponerse con todas sus fuerzas. Hubo estado de sitio dos veces, confinamiento de líderes sindicales a zonas inhóspitas del norte del país. Además, se logró lo impensable, el debilitamiento de la antes poderosa COB. Grandes contingentes de población se marchaban de las minas; muchos se fueron a Chapare, para hacerse cocaleros y fueron la base sindical que luego le vendría muy bien a Evo Morales.

Lo que vino después fue una pobreza generalizada, niños abandonados en la calles lavando coches, inseguridad laboral, etc. Luego, poco a poco, la situación económica fue despegando hasta llegar a la casi opulencia en el régimen de Morales.

El panorama es preocupante para quien sea el próximo gobernante, que tendrá que asumir probablemente medidas antipopulares, con una población que ya se acostumbró a un consumo incluso suntuario. Esta gestión es clave para el país. ¿Qué lecciones quedan? Queda abierta la posibilidad de que la gente añore el tiempo del régimen del MAS, supuesto que no ganara este partido en las elecciones de octubre. La población va olvidando los latrocinios y solo recuerda que hubo un tiempo en que tenía dinero en los bolsillos.

Una vez, ante el descalabro e ingobernalidad de partidos de izquierda, la población votó por partidos de derecha. Años después, incluso, llevarían al poder el mismo Banzer, que lavó su imagen convertido en un abuelito bonachón. Podría pasar algo similar, en lo que parecería una maldición gitana. El MAS, de no ganar ahora, podría retornar triunfante sobre las cenizas que significaría una gestión complicada del gobierno que ahora entraría. Hará falta mucha madurez y entereza de los bolivianos para una apuesta verdaderamente democrática. 

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