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Cuarto de siglo, ya andadura larga, ya tiempo profundo de estar aquí. A nuestro alrededor todo es siglo XXI. Ya no hay marcha atrás, pero nunca la hubo: el tiempo nos lanza hacia adelante, hacia lo desconocido. Cuarto de siglo: el tiempo nos atraviesa con su espada en el corazón, en el cuerpo y la memoria nueva.

Es tiempo de dolores, aunque también de alegrías. El problema es la profundización de la incertidumbre, la profundización del estar en ninguna parte, el tiempo intermedio suspendido en algún punto de la inexistencia. Tiempo de dolores, de corazones atravesados por las incógnitas con filo, estacas agudas en el alma.

Tengo el honor, justamente, de participar en la exposición: “Altares de Dolores. Corazones en Luto de María y José”, que recupera el imaginario tan arraigado en el alma mexicana de la Virgen de los Dolores. La exposición ha sido montada en el Museo de El Carmen, antiguo colegio de los carmelitas, en Ciudad de México, exposición que se inauguró el pasado 6 de marzo, gracias al trabajo y la iniciativa de su directora, María Amparo Clausell, y de su curador, Víctor Cruz Lazcano, además de todo el equipo de este admirado museo mexicano, que resguarda el gran acervo artístico, cultural y religioso del Virreinato de la Nueva España.

Se trata de una maravillosa exposición que nos pone delante esta profunda iconografía católica, pero enormemente arraigada en la cultura novohispana y mexicana, que son los corazones atravesados por dagas, espadas, floretes, hierros y otros objetos “punzocortantes”. Es, claro, una representación, si bien alegórica, de terribles resonancias actuales: si llevamos la imagen simbólica al plano del mundo real, grafica también la violencia contra las mujeres.  Pero, como decía María Amparo en la inauguración de la muestra, “no nada más vamos a presentar los siete dolores que tuvo una mujer. También vamos a presentar los dolores que tuvo un hombre: que tuvo José, que fue padre, que se le extravió su hijo, que también se angustió. La angustia y los dolores no nada más son de las mujeres, también son de los padres dolidos, y actualmente también siguen doliendo igual, siguen sintiendo, y doliendo igual”.  Sí, siguen doliendo igual las cosas como agujas que se clavan. Pero no se trata de un martirologio más, de una celebración del tormento como forma de conseguir el miedo y la sumisión. Creo que la poderosa imagen de la Dolorosa y su corazón ensartado hasta ciento cincuenta veces por filos fríos y sus altares mexicanos, son portadores de una fuerza existencial que va más allá de las sombrías imágenes católicas. Llegan hasta aquí, a nuestros corazones también espinados y doloridos, moralmente desalmados.

De un corazón espinado hablan los Maná,  y a Frida Kahlo se la asocia con esos corazones sangrantes y dolidos. A veces hablamos con metáforas sobre el corazón roto, y así llegamos a la Dolorosa y sus altares novohispanos, que simplemente escenifican y materializan esta presencia del dolor, que es, al así mostrarlo, altares de sanación, formas de alivio psicológico al sacarnos de adentro las espinas que trinchan el corazón.

Esta exposición es, además y para mí, motivo de gran emoción y esperanza. Marca mi retorno al mundo de las artes plásticas y visuales, gracias a la gentil y fraternal invitación que me hicieron Víctor Cruz y María Amparo Clausell. Pensaron que mi trabajo que aúna el collage, la inteligencia artificial, la pintura, la composición abstracta y las técnicas varias del color, la textura y la forma, se engarzaban bien con la imagenería del corazón doliente de la María también sufriente. Conocí a María Amparo y a Víctor gracias a la invitación de Ignacio de Lascuráin Corcuera, actual director de cultura de la Fundación Simón I. Patiño, y a quien agradezco hoy, mañana y siempre por la gran oportunidad, para que vaya y participe del conversatorio “El barroco como puente entre Bolivia y México”, que se llevó a cabo bajo el paraguas de la impresionante feria de arte ZⓈONAMACO  2025, en el Centro CitiBanamex, en Ciudad de México, a principios de febrero. Compartí la conversación con Daniel Liebshon, gran persona, anticuario, coleccionista, y espíritu sensible, y la misma María Amparo Clausell, para hablar, cada uno desde su punto de vista, de este barroco que nos une a bolivianos y mexicanos. Allí expuse las imágenes de algunos trabajos míos, que tienen un tono, un toque, inevitable por lo que vi, de esa sensibilidad barroca que llevamos adentro. Entonces al volver a Bolivia hice nuevas obras que, gracias al generoso apoyo de María Amparo, Víctor y su equipo, están ahora en exposición en el Museo de El Carmen, hasta julio.

El corazón atravesado por dudas, por espinas, por agujas, por dagas, por cuchillos, es, desde el mundo de la metáfora, un estado de cosas, una manifestación visual de aquel que no sólo sufre, sino que siente, que mira hacia adentro, que busca conocerse a sí mismo, quizás en el espejo del pasado, de los corazones atravesados de tantas otras generaciones y del arte y sus símbolos mágicos. Esas son mis dolorosas, mis miradas hacia adentro del corazón. Y aquí lo diré con otro lenguaje, que no el de las imágenes visuales, sino el de las imágenes de palabras que es el de la poesía. Así escribí en algunos poemas, que “se moja mi corazón y se escaldan mis lágrimas”, o que “arrecias los vendavales a lo largo del trayecto: el tren cruza el tiempo entre sueños y nostalgias y ardimientos del corazón”, o que hubo un día, en el que pasamos los “escenarios un poco tristes de cotidianeidad” recorriéndolos “en la ceremonial entrada del virrey corazón / con su séquito de células, palpitaciones, locos vientos, sudores y llamaradas, / con cada poro de nuestras pieles y vestidos predispuestos al amor, a la desazón, / a los calores de la noche y el frío vehemente entre los deseos tuyos y míos”.  Por todo eso y dando tumbos, “voy me arrojo me arrastro por entre los zarzales que se clavan en mi corazón”. Sí. Un cuarto de siglo ya tachado en la cuenta de los días y los años. Y un corazón doloroso y acribillado, pero también flamígero y renaciente. De ese dolor sale la luz, del corazón nacen las flores que embellecen con sus frágiles hermosuras, fragancias y colores, el siempre esperanzado advenimiento de los nuevos tiempos mejores.

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