Por Micaela Montaño Carrión //
Si “lo esencial es invisible a los ojos”, la autoestima formaría parte de lo que Saint-Exupéry tal vez buscó transmitirnos. La autoestima queda imperceptible y se instala dentro de uno. Siempre saldrá a la superficie para reconfortar o desestabilizar. Una vez adultos, nos percatamos conscientemente del estado de salud de nuestra autoestima que a lo largo de los años se ha ido construyendo, desde muy pequeños. ¿Quién no se acuerda de frases que nos dijeron siendo niños que, en diferentes situaciones, nos permiten salir a flote y otras nos hunden?
Si bien antes, e incluso hoy, se validaba la Violencia Educativa Ordinaria (Observatorio VEO cuyo fundador es Olivier Maurel) como palizas, cachetadas, chantajes, amenazas, etc., ahora ya no podemos continuar ignorando los estudios de las neurociencias cognitivas y sociales que prueban las consecuencias en el desarrollo del cerebro de los niños. A veces cargamos como mochila el modelo de crianza de nuestros padres que, en numerosos casos, desculpabiliza al adulto y culpa al niño sumergiéndole en una nebulosa: “Te lastimo, pero es por tu bien”.
¿Y si de adultos aún siguiéramos pensando que somos malos, que nos tienen que castigar y que es correcto que nos lastimen? Con esa lógica, en ciertos casos, pueden llegar hasta matarnos metafórica y literalmente. Desprovistos de un manual de instrucciones de cómo ser padres y si hubiese uno, difícilmente sería universal. Como padres hacemos lo que podemos con lo que tenemos, como nos recuerda N. Vancraeynest en su libro “L´estime de soi chez l'enfant et l´adolescent” (La autoestima en el niño y el adolescente). Eso sí, podemos sacar de esa nuestra mochila lo que nos incomode y no nos guste, y hacer el viaje de padres por la vida con respeto, firmeza y cariño.
Los detractores del VEO señalan con el dedo a la Disciplina Positiva de Jane Nelsen o el trabajo de la Dra. Montessori, entre otros, como laxistas. Sin embargo, es todo lo contrario porque en su esencia existen límites claros y reglas que otorgan seguridad apuntando hacia la autonomía.
Todos queremos que nuestros niños sean responsables, respetuosos, autónomos y felices. Podríamos decir, que ellos viven, crecen y se desenvuelven en dos espacios: uno es el interno, el del hogar y el otro es externo, representado por ejemplo por su institución educativa. Como padres podemos acceder sólo al interno dándoles herramientas para que fortalezcan su autoestima y poder hacer frente a lo que pueda suceder fuera del hogar. Por ejemplo, si afuera las y los niños viven con un adulto referente que los estigmatiza, les dice que sus dibujos son feos, que son torpes, los comparan, los castigan y los jalonean; sólo les queda su hogar para resguardarse y que se les recuerde su valor y su confianza en sí mismos. Seguramente, muchas veces, si son muy chiquitos, no tienen la capacidad o sienten temor de contarnos y explicarnos lo que viven y sienten. Más grandes, ya adolescentes, muchos de ellos escuchan sobrenombres: nerd, gordo, flaco, cuatro ojos, petiso; insultos y esto va hasta acciones denigrantes y humillantes. Frente al acoso, nos encontramos con dos individuos, víctima y acosador, ambos con una autoestima vulnerable, uno sufriendo inseguridad y miedo, y el otro sufriendo comportamientos narcisistas, etc. No debería existir alguien que domine y alguien que sea dominado. Debería primar la igualdad de trato en un marco respetuoso, cada uno siendo consciente de sus fortalezas y debilidades.
Estar pendientes es lo que nos toca para, desde nuestra postura, poder evaluar la autoestima de nuestros niños ya que ello permite ayudarles a desarrollar un sentimiento de bienestar y seguridad, además de una imagen positiva de ellos mismos, sin ser superior, sin ser inferior. El 12 de abril, día que recordamos a nuestros niños, podemos nosotros también visitar nuestra infancia sin reproches recordando que la autoestima se desarrolla y se cuida toda la vida.
_______________
La opinión de cada columnista de Guardiana no representa la línea editorial del medio de información. Es de exclusiva responsabilidad de quien firma la columna de opinión.
Comentarios