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Por Fundación Jubileo (Bolivia), foto: David Flores

Miércoles 6 de mayo de 2020.- Las medidas sanitarias implementadas para evitar la propagación del coronavirus tendrán consecuencias sobre el funcionamiento de los sistemas alimentarios, que impactaría sobre el 15% de la población, casi 1,8 millones de personas en el país vivían en inseguridad alimentaria, situación que se puede agravar post Covid-19.

Con base en datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la Fundación Jubileo analizó un conjunto de variables como el tipo de gasto en los hogares, gasto en alimentos, capacidad adquisitiva de los trabajadores, incremento en los precios de los alimentos, generándose una serie de riesgos en la seguridad alimentaria en la etapa post Covid-19.

Jubileo sostiene que las restricciones establecidas desde el mes de marzo, producto de la expansión del coronavirus, “tendrán consecuencias sobre el funcionamiento de los sistemas alimentarios, que impactaría sobre el 15% de la población, cifra equivalente a cerca de 1,8 millones de personas en el país, las que se encontraban en inseguridad alimentaria, por su incertidumbre en su capacidad de compra de una canasta mínima y básica de alimentos”.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó que se vivirá una hambruna de condiciones ‘bíblicas’ como consecuencia del paso de este brote. En tanto que el Programa Mundial de Alimentos calcula que el impacto económico del Covid-19 este 2020 elevará a 265 millones el número de personas expuestas a inseguridad alimentaria aguda. La cifra casi dobla los registros de 2019, cuando se contabilizaron 135 millones en esa situación.

Hogares con menores ingresos gastaban más en alimentos

Según datos del INE, hogares del primer quintil, con ingreso monetario promedio de Bs 1.722, destinaban 48,2% de su gasto total a la compra de alimentos, de los cuales 6,4% corresponde a alimentos consumidos fuera del hogar y 41,8% a alimentos para ser consumidos en sus hogare

En cambio, en hogares donde el ingreso monetario era mayor, el gasto total en alimentos representaba solo 29,3%, de los cuales 12,1% era destinado a alimentos comprados en restaurantes y 17,2% en alimentos consumidos en el hogar.

Por otra parte, antes del coronavirus, el gasto promedio en la adquisición de bienes y servicios que realizaban los hogares en el país comprendía mayormente la compra de alimentos y bebidas no alcohólicas que representaba un 26,1% del gasto total; sin embargo, los hogares también consumían alimentos fuera del hogar, en un 11,9%. Considerando estos dos gastos, los hogares destinaban para la compra de alimentos 38% del total de sus ingresos.

Cuando Bolivia declaró emergencia sanitaria y cuarentena total, los ciudadanos se aprovisionaron de alimentos, medicamentos y artículos de limpieza, principalmente, y dejaron de gastar en prendas de vestir y calzados, transporte, recreación y cultura, restaurantes, hoteles, bienes y servicios personales, los que representaban, en promedio, 38% del gasto total.

La informalidad sufrirá consecuencias

Otro gran riesgo se genera por la demanda en la compra de alimentos, por la reducción de la capacidad adquisitiva, el menor movimiento económico y porque los sectores de ingresos bajos tendrán menor capacidad de compra.

A pesar de que se han implementado mecanismos de apoyo para garantizar que no cierren las empresas y evitar quiebras, se prevé un impacto en la economía, principalmente en las personas ocupadas en actividades en el sector informal. Por lo tanto, se debe incidir en cuidar el trabajo en hogares donde los ingresos dependen de ocupaciones dedicadas a las actividades agropecuarias, construcción y transporte, ya que en éstos el gasto en la compra de alimentos es mayor a 40%.

Asimismo, la recesión anunciada perjudica más a los hogares donde los ingresos dependen de trabajadores en los sectores de agricultura y pecuaria, operadores de instalaciones y maquinarias, trabajadores no calificados y trabajadores en minería, construcción y manufacturas, donde hay un mayor gasto de la compra de alimentos respecto a sus otros gastos. En cambio, en hogares donde el principal aportante tiene ocupaciones como directivo en los sectores público o privado se destina el 27% de su gasto a los alimentos.

Desde marzo los precios de los alimentos subieron en 0,25%

El otro riesgo viene por la posible alteración en los precios al consumidor de los alimentos, por este lado, también es necesario asegurar la alimentación y el poder adquisitivo. Durante los dos primeros meses de la gestión 2020, en promedio, los precios de los alimentos habían tendido a la baja; sin embargo, en marzo se presentó un incremento y los precios al consumidor de los alimentos subieron en 0,25%.

Según el informe de la Fundación Alternativas, existe la percepción que durante la cuarentena se registran problemas de especulación y precios altos, 40,7%; distancia a los centros de abastecimiento, 20,7%; y restricción vehicular, 20,7%, lo que influye en el abastecimiento de alimentos.

Considerando que los hogares pobres gastan más en alimentos, el incremento de estos genera inseguridad alimentaria y golpea más fuerte a estas familias, además, por la crisis económica y el menor movimiento económico de los sectores de ingresos bajos, éstos tendrán menos poder adquisitivo.

Por el lado de la oferta, es necesario cuidar a los pequeños productores y la capacidad adquisitiva de la población vulnerable y sectores pobres del país. Para potenciar, beneficiar y cuidar la producción nacional de alimentos, se debe contener las importaciones legales e ilegales de estos productos.

Hasta el primer trimestre de 2020, el incremento con relación a similar periodo del año anterior de estas importaciones fue de 8,2%. Hasta marzo, se habían importado alimentos por un valor de 175,3 millones de dólares, a un promedio superior de 55 millones de dólares por mes.

Cambios en el gasto de los hogares

En el plazo inmediato, en los hogares dejarán de gastar en bienes y servicios menos esenciales, para cuidar sus bolsillos. El coronavirus cambiará el estado de ánimo y los hábitos de consumo y, por tanto, la canasta familiar verá incrementos en el gasto destinado a productos de alimentación y medicina, y bajará en los otros rubros. Y, como se advirtió, el impacto será peor en los sectores con menores ingresos, es decir, en los más pobres.

Cuando se realizan las transacciones existe una relación y esta crisis evidenció la dependencia de lo formal con lo informal. El 43% de las transacciones de los hogares para la compra de alimentos se realizan en tiendas de barrio, friales y establecimientos similares; el 27% de las transacciones son efectuadas en mercados y solo 1% en supermercados.

Por otro lado, durante la crisis, según el informe de Alternativas, para la venta de alimentos han aparecido mercados itinerantes municipales, mercados barriales, pedidos por aplicación y ventas móviles. Esto también puso en evidencia el poco cuidado que se tiene en la compra y venta de alimentos y demostró que se hizo imprescindible planificar las compras para saber qué adquirir (lo necesario ni más ni menos) y para estar el menor tiempo posible en el comercio, y es muy probable que este hábito se mantenga a futuro.

Los pequeños comercios, los mercados y puestos fijos y móviles de alimentos demostraron su hegemonía en el mercado desde que se decretó el estado de alarma, y esto favoreció a los hogares donde su principal aportante se dedica a este tipo de comercio que, en su mayoría, vive del día a día; mientras los supermercados del comercio formal comienzan a sentar presencia considerando las condiciones de higiene y orden establecidas por la pandemia.

La vuelta a la normalidad tomará tiempo y se espera que las acciones que se llevarán a cabo sean suficientes para sostener las escasas perspectivas de mejorar las actividades respecto del volumen de negocios y los ingresos para las familias pobres. El desafío es apoyar a las empresas formales e informales y también a los hogares durante esta crisis, para asegurar la recuperación más rápida de la economía.

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