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Seis jóvenes soñaban con el amor romántico hasta que les despertó la pesadilla

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Maeva Paredes Jaldín y Sara Zeballos Gonzales para Guardiana (Bolivia)

Miércoles 23 de diciembre de 2020.- Jóvenes que tenían en su niñez una idea romántica del amor se ven envueltos durante años en relaciones tóxicas y violentas tanto física como verbal, psicológica y emocionalmente. En ese contexto, víctimas y agresores son capaces de hacerse daño a sí mismas. En muchos casos, las víctimas primero acuden a amistades en busca de orientación, pero no suelen encontrar respuestas que les ayuden. No se dan cuenta de la situación hasta que un detonador pone en evidencia la violencia.

Guardiana habló con seis jóvenes universitarios que estudian en Cochabamba, quienes contaron sus experiencias. A fin de proteger su identidad, los nombres que se incluyen en los relatos son ficticios.

También conversó con el psicólogo José Heresi Soto sobre las relaciones tóxicas y cómo sería una relación que no lo es. Él plantea, para hablar de relaciones saludables, aquellas en las que las dos personas se complementan. Y alerta desde un principio: "La extrema dependencia o apego no es bueno y no es amor. Solo pueden sostener una relación sana quienes pueden decir: 'Sin ti, soy capaz de vivir'".

La idealización del amor es un “síntoma de carencia profundo”, porque la verdad es que no existe “el ideal”. “Hay seres humanos con luces y sombras”, dice Heresi. Aunque a veces en nuestras relaciones buscamos complementarnos.

"La extrema dependencia o apego no es bueno y no es amor. Solo pueden sostener una relación sana quienes pueden decir: 'Sin ti, soy capaz de vivir'".

Psicólogo José Heresi Soto

Según la psicóloga y perito forense Guiomar Hylea Bejarano Gerke, "la expresión de violencia conyugal comienza desde el noviazgo y, como resulta lógico, aumenta más aún luego del matrimonio diversificándose en distintas y más elaboradas formas de violencia. Estas expresiones de violencia pueden tener una escalada a partir de situaciones disfrazadas de un amor mal canalizado, a través del ejercicio del control, celos, etc. En ellas se van incubando las distintas prácticas de violencia –psicológica, física, sexual y económica, dentro de las más comunes– a través de variados comportamientos dañinos tales como golpes, insultos, humillaciones, acosos sexuales, actitudes denigrantes, etc., que van dirigidos, por distintos motivos, a ejercer el control, tomar el poder o encaminar ciertos sentimientos poco adaptativos o inmaduros, provocando serios problemas en la víctima”.

Y, precisamente, por esta posibilidad de que la violencia en una pareja ya comience en el noviazgo es que es importante tratar este tema. No hay que olvidar que desde 1994, la violencia de género es considerada una violación a los derechos humanos. Y desde marzo de 2013, Bolivia cuenta con la Ley 348 para proteger y disminuir la violencia no solo hacia las mujeres, sino hacia todas las personas. A pesar de ello, los feminicidios subieron en un 450 por ciento entre 2013 y diciembre de 2019.

Mónica y su príncipe que se transformó

Tiene 24 años y se llama Mónica. Cuando era niña creía que “tenía que venir un príncipe azul a salvarme”. Su relación empezó bien, pero luego empezaron los celos y reacciones muy violentas. “Cuando se emputaba me ponía una mano en la garganta como queriendo ahorcarme, pero me soltaba ese rato como arrepentido de sus reacciones”.

También la controlaba. “Revisaba mis mensajes en WhatsApp, Facebook. Me hacía sentir mal, como si le estuviera engañando, haciéndole daño.” Incluso la amenazó con quitarle la vida: “Si me dejas, te voy a matar”.

En búsqueda de apoyo, ella intentaba hablar con su mejor amigo. No era posible porque también la había amenazado al respecto: “Si le dices algo a él, le voy a sacar su puta y va a ser tu culpa”.

Mónica necesitaba orientación. Optó por preguntar a otros amigos, pero ocultando que ella era la del problema. “Mira, me he peleado por esto... ¿Tengo derecho enojarme?”. Su amigo no daba respuestas claras. Otra amiga le decía de frente: “Tu relación está mal”. Ella no le creía. “Pero la gente alrededor me decía que andaba más bajoneada, más triste y eso sí fue una gran diferencia. Cuando terminé, salí de mi bajón constante de estar con él”.

Mónica recuerda que al cumplir un año y medio con él, viajaron a un pueblito. Ella estaba “chispa”. A él se le ocurrió tener relaciones sexuales en ese lugar; pero ella no quería y le dijo “no” varias veces. “Se puso detrás mío, me bajó los pantalones y pasó. Después de pensarlo, me di cuenta de que me violó”. Esto la impactó más adelante, pues en sus posteriores relaciones “después de tener sexo me sentía mal. Me sentía atacada”.

Sandra tuvo malas relaciones una tras otra

Sandra cuenta que tenía 18 años cuando llegó a Cochabamba para vivir en esta ciudad: “Era una niña haciéndose cargo de un hombre de 24 años que de alguna manera yo tenía que cuidar".

Poco a poco, esta relación evolucionó hasta volverse más posesiva. “Él me controlaba mucho el celular. Era un poco agresivo conmigo cuando se trataba de salir, porque si veía a otro chico, él se enojaba conmigo mucho”. Un episodio que ella recuerda en particular fue un escándalo que su pareja le hizo por hablar con una amiga, pues él pensaba que estaba hablando mal de él. Los invitados se fueron y Sandra pensó que él se iría también, entonces apagó las luces y él apareció.

“Él entró de golpe. Mi reacción fue correr hacia el baño, cerré la puerta y él empezó a golpear la pared detrás de mí… y pues estaba demasiado asustada, tanto que no podía llorar. Me acuerdo que cuando salí estaba en estado de shock. Él me amenazó con que se iba a matar si yo le dejaba. Se cortó muy profundo. Me acuerdo que vi la sangre… Yo todavía estaba muy mal por lo que había pasado, me sentía indefensa y al mismo tiempo sentía que debía tragarme mis sentimientos porque él estaba en una situación peor que yo”.

“Él me controlaba mucho el celular. Era un poco agresivo conmigo cuando se trataba de salir, porque si veía a otro chico él se enojaba conmigo mucho”.

“Una vez –contó Sandra– cuando igual estaba borracho, me acuerdo que yo estaba enojada con él. Yo me acosté y él me obligó a tener relaciones. Yo no pensaba que eso era violación, porque él era mi pareja”.

Sandra esperó un tiempo para estar en un lugar seguro y poder terminar la relación. Así, después de varias peleas logró cortar este vínculo en un viaje que hizo a Potosí. “No aguanté más y me acuerdo que mi mamá estaba a mi lado cuando él me llamó a las 2 de la mañana. Tuve que tomar un montón de calmantes para poder aguantar la angustia. Empecé a llorar como una nena. Y ahí fue cuando de verdad acabó”.

Sandra narra que después de esta relación vino una etapa de inestabilidad y 6 meses después se arregló con otro chico que “parecía muy bueno”. “Este era más tranquilo que el anterior, pero siempre me controlaba quién me mandaba mensajes. Me hizo eliminar mi Facebook. Una vez me terminó porque me puse un brasier muy revelador. Yo quería poner alto a eso, pero de alguna manera siempre volvía. Volvía porque pensaba que iba a cambiar y era una relación de control fuerte”.

 Esta relación prohibía a Sandra ciertos vínculos con personas a su alrededor. “Él no quería que yo hablé ni me acerque a ningún chico, que no salga a fiestas… incluso quería que me cambié de carrera. Yo estaba muy inestable en ese momento. Entonces cedí porque me sentía muy sola”.

Pero ella ya venía de una mala experiencia. “Tomé conciencia de que es mi vida, no es la de él”. Así, la relación comenzó a tambalear: “Entonces empezaron las peleas, terminábamos siempre. Como que ya empezaba a respetarme, hasta el último episodio de celos que tuvo que fue porque encontró dos mensajes de cuando yo estaba soltera. Me hizo una escena de celos horrible. Me terminó, me insultó y yo ahí dije: “'No, nunca va a cambiar'”.

A estos episodios vividos por Sandra se les llama parte de un círculo de violencia. Después de un periodo de besos, abrazos y todo tipo de regalos y halagos, muchas veces el hombre empieza a ejercer todo tipo de controles sobre la mujer y si ella no cumple con lo solicitado, él primero la insulta y con el tiempo la agresión va en aumento hasta llegar a golpearla. A pesar de que luego viene el arrepentimiento, hay mujeres que creen en él y perdonan. Grave error porque es de ese modo que este tipo de relaciones puede terminar en feminicidio. Lo que ella debe hacer es dejarlo. El la maltrata porque la considera de su propiedad, no una persona con iguales derechos. Si tú eres una víctima de violencia o testigo de ella, puedes acudir a la Fuerza Especial de Lucha contra la Violencia.

Sergio: "Mi círculo social era ella"

Sergio es un muchacho de 23 años. Él cuenta que siempre creyó que su pareja debía estar para apoyarlo a él, “ya sea para un buen o para un mal momento”. Hace un más de un año terminó su última relación. “Fue buena la relación al principio porque nos tratábamos bien, nos complementábamos. Pero ella era… no sé si decirlo, muy celosa conmigo”.

Sergio se fue alejando de sus amigos. “Como estaba enamorado, dije que ya y me fui alejando poco a poco de mis amistades, hasta que simplemente yo estaba con ella. Se puede decir que mi círculo social era ella”. Pese a que después él volvió a tener contacto con sus amigos, era tema de discusión con su pareja.

Luego de un año y medio de relación, el mejor amigo de Sergio regresó a Cochabamba. “Yo no le dije a mi pareja… Yo quería evitar los pleitos y no decirle”. Así, Sergio salió un sábado con su amigo y en la salida conoció a otra persona. Quedaron para ir a una fiesta y no le dijo a su novia. “Nos sentamos lado a lado, estábamos tomando y las cosas se fueron dando hasta que en un punto para cuando estábamos fuera de la sala del lugar, nos besamos”.

 Al día siguiente, mientras celebraba el aniversario con su novia, “llegó un mensaje en Messenger. El mensaje era de la chica que había besado día antes. Fue el quilombo y medio. Ella me reclamaba por qué no le conté. ¿Quién era ella? ¿Por qué no le conté de la fiesta? y demás. Pues fue su tremendo enojo y me dijo que quería un tiempo”. Al final, terminaron.

Él empezó a salir con otras personas, ella también. “Yo quería volver con mi pareja, porque no sé si era costumbre o cariño o porqué, pero quería volver con ella porque ella era alguien muy fundamental en mi vida”.

Volvieron, estuvieron seis meses bien y ella volvió a revisar sus conversaciones. “Ya se hizo el quilombo otra vez… que otra vez le he mentido, que otra vez la he engañado y ya no quería saber nada y otra vez terminamos”. Después de explicaciones volvieron; “pero las cosas ya no fueron como antes”.

 Incluso así, se frecuentaban. “Nos seguimos viendo porque siempre acontecía algo y pues yo la buscaba o ella me buscaba a mí”. Así, él al regresar del trópico con fruta, decidió ir a casa de su expareja para darle la mitad. Ella se enojó porque él conversó con su abuelita. “Dejé de buscarla más y preferí dejar todo de lado”.

Perla lo puso en un altar

Perla tiene 25 años. De niña, su concepto de pareja ideal era “una pareja que sea bien cariñosa. Que sea muy divertida y más que nada, igual que todos creo, que no pelee mucho”. Después de su segunda relación dijo: “Jamás voy a idealizar tanto a alguien ni aceptar cosas que no tengo que aceptar de nadie. O sea, nunca voy a dejar que me den menos de lo que necesito o menos de lo que yo creo merecer”.

Esa relación era su ideal. “Era lindo, era mayor que yo, tenía una carrera, la tenía clara. Ahora que lo veo en retrospectiva, veo que no tenía claro nada. Entonces, era como que él tenía una alta idea de sí mismo. Así que era como que 'estoy con este chico que miran por la calle'. Entonces, fue como que lo he puesto a él muy arriba”.

Perla veía que todas las cosas que él hacía estaban bien. "Creía que era comparable lo que sacrificaba con lo que estaba ganando”. Su pareja tuvo que tener un hijo con otra persona para que ella dijera: “Por qué demonios estoy yo luchando por alguien a quien le vale. Esto no es algo que yo pueda justificar. No hay cómo hacer esto perfecto, ni cómo hacer esto romántico". Fue su punto de quiebre.

 La autoestima jugó un rol clave en cómo fue esta relación. “Yo creo que él se quería tanto y yo tenía una autoestima tan baja que no importaba lo que haga, yo lo iba a aceptar. Entonces se chupaba tres días, me llamaba el cuarto, cuando todavía estaba borracho y yo iba. Él sabía que él podía hacer eso cuando él quería, que yo siempre voy a estar ahí”.

Reconoce que el estar enamorada influyó en que no viera las cosas en su momento. “Por eso es lo que te decía, incluso estas cosas que hacía románticas en mi cabeza. Hacía todo muy hermoso, incluso cosas que son difícil de hacerlas hermosas”.

Pablo y el desarrollo de una relación tóxica

Pablo es un chico de 22 años. "Cuando una persona dice amor casi todo se relaciona con una pareja”, reflexiona.

"Uno de los dos empezó a prohibir cosas al otro. Si ella me prohibía algo, yo también, y así empezó todo”. Considera que su mayor problema es ser una persona resentida. "Todo se quedaba en mi mente. Y mientras más tiempo pasaba, más mierda se me acumulaba”. Le costaba confiar en ella. “Me hizo tantas mierdas que hubo un punto en que ya podía pensar mal hasta de lo que iba al baño”.

Las relaciones son delicadas. “Se agrietan con la palabra”, aseveró el psicólogo Heresi. “Imagínate un tabique de una represa. Si esa represa empieza a tener pequeños huecos, pequeños orificios, llega un momento en que se va a debilitar y luego se rompe todo el dique. Esas pequeñas perforaciones y grietas que se van dando en ese tabique vienen a ser la desconfianza, los insultos, los tonos de voz altos, que luego si no sabes parar, entrar en diálogo, comprender la esencia del amor… eso pasa a un segundo plano en el que la violencia termina en una situación incluso de asesinato”.

Con el tiempo las cosas empeoraron. En una fiesta de su colegio ella bailaba con otro. "Me fui detrás del colegio y empecé a golpear la pared. Unos niños me vieron y llamaron a los profesores. Ella llegó y yo le dije: '¿Te gusta verme así? ¿te gusta hacerme mierda? Por tu culpa'. Y le empecé a putear y ella se fue llorando”.

“En cada discusión, por más que ella tenga la culpa, (ella) llegaba a mis límites para que yo me haga daño y así los problemas cambien mis actitudes”. A raíz de estas situaciones él se cortó los tendones de una mano y se abrió la cabeza contra una calamina. “Me golpeaba a mí mismo. No puedo hacer nada contra ella, no le puedo hacer nada”. Las personas le decían que la deje; “pero yo no quería, pensaba que ella me quería”.

“Si dentro mi relación hay un apego, entonces hay que darnos cuenta de que el otro está siendo usado. Cuando uno es capaz de decir: 'Sin ti soy capaz de vivir', está mostrando realmente que está preparado para vivir en pareja. Pero la mayoría de las personas dice: 'Sin ti no vivo, sin ti me mato'”. Entonces estamos mostrando una dependencia afectiva”.

Psicólogo José Heresi Soto
Tatiana: "Creía que el amor era perdonarlo todo"

Tatiana tiene 21 años. Creía que el amor es perdonar todo. Ella empezó una relación con uno de sus mejores amigos. Creía que sabía todo de él. “Yo no le ocultaba nada, creía que lo conocía”. La relación empezó muy bien. “La relación era increíble. Pero todo empezó desde cosas muy pequeñas”.

Él empezó a desconfiar, ella no podía hablar de otras personas ni con otras personas. Llegó a rechazar una propuesta laboral por esta situación. “Me hacía sentir mal, cambiaba las situaciones, al final yo era la que hacía todo mal, siempre me disculpaba”.

Tatiana tenía problemas de ansiedad y depresión.“Él sabía cómo provocarme ataques de ansiedad, lo hacía y luego me calmaba. Él era el bueno de la historia. Mis ataques de ansiedad se reducían a berrinches”. Su autoestima bajó mucho. “Me sentía comparada con sus otras parejas todo el tiempo, con las mismas bromas que hacía sobre mí. Me sentía insegura todo el tiempo”.

El psicólogo Heresi asegura que la violencia verbal es una de las más comunes: “Dentro lo que tengo por experiencia, me atrevería a decir que la violencia verbal es la que está más fuertemente arraigada. El insulto, la presión, la descalificación, las comparaciones… y de ahí es un pasito a la violencia física. Si bien la violencia verbal no deja rastros, internamente deja huellas que quizá son peores que las de violencia física”.

En una de las ocasiones “se enojó porque hablé con uno de sus amigos. Me gritó, insultó... Yo temblaba de miedo. Al día siguiente fui a hablar con él, todo olía a alcohol, destrozó su habitación, se torció la mano y un tobillo. No podía decir nada, él estaba mal”. Ese día terminaron.

A los días regresaron. “Todo volvía a estar bien, eso parecía y de nuevo comenzó todo”. Al mes volvieron a terminar de manera definitiva. “Se enojó porque estaba empezando a tomar terapia y un tratamiento para la depresión y ansiedad, decía que no podía con mis mierdas”.

Tatiana no se dio cuenta de la relación en la que estaba “al final y después de terminar tiempo, incluso ahora me sigo dando cuenta de que era una relación nada buena”. A pesar de que una amistad e incluso su familia le hablaban para que se dé cuenta, “yo lo justificaba todo y a él le perdonaba todo, incluso yo terminaba disculpándome”. "Estar con él se sentía como una cárcel, tenía miedo de hablar, de decir no, de terminarle. Pasaba todo el tiempo llorando".

En Bolivia se han estado haciendo en los últimos años algunos estudios sobre el nivel de conocimiento por parte de las y los universitarios de sus derechos y de la normativa que existe al respecto y también sobre el tipo de relaciones que sostienen. En uno de ellos realizado en la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz en 2016 se pudo advertir los tipos de violencia identificados por ellas y ellos como los más conocidos.

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