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Por Víctor Quintanilla S., Ciudad de México (México)

Entré al salón de prisa. La clase había comenzado. Lo que el profesor decía no trataba de comunicación organizacional, la materia a la que me había inscrito. Pronto me di cuenta de que estaba en una clase diferente. Pude salir de inmediato, pero estaba muy nervioso para esa reacción. Al cabo de unos minutos, más tranquilo, pedí la palabra para decir en voz alta que necesitaba salir porque estaba en el salón equivocado. Todos se rieron.

Así comenzó mi primer día de clases en la Universidad Iberoamericana, en Ciudad de México, donde estudié la Maestría en Comunicación entre 2011 y 2013. Lo hice gracias a una beca del gobierno de México a la que postulé a través de una convocatoria de la ahora Escuela de Gestión Pública Plurinacional.

El proceso de postulación fue largo. No conocía nada de la Universidad Iberoamericana entonces, solamente que era mi única opción porque pedía un promedio mínimo de 8 en la licenciatura, requisito que yo cumplía. En el área de mi interés, otras universidades exigían un promedio de 9. Después supe que en la Universidad Iberoamericana o Ibero se abrió la primera carrera de Comunicación en México.

Con la beca, la universidad cubrió la totalidad de la colegiatura y la Secretaría de Relaciones Exteriores de México me otorgó una manutención mensual y un seguro médico durante dos años. Los únicos gastos que tuve que solventar fueron los trámites de admisión y los de titulación. El dinero no me sobraba, pero era el suficiente para vivienda, alimentación, transporte y ocio.

Aunque siempre quise vivir en México, los primeros meses fueron difíciles. A menudo me preguntaba por qué estaba ahí y no en La Paz con mi familia. Ir a Bolivia en vacaciones me ayudó y poco a poco me abrí a disfrutar la experiencia de vivir fuera. Conocí lugares hermosos, hice buenos amigos que conservo hasta ahora. Maduré como persona y aprendí mucho en lo profesional. Tuve que leer muchos artículos académicos en inglés y ahora sé que existe un campo de estudio dedicado a los periodistas y a sus prácticas, un mundo nuevo y fascinante.

“Lo que más me gusta es que en México el área de la investigación está mucho más desarrollada, no solo en lo monetario, sino que también en que le dan más importancia”, dice Stephanie Morón Terrazas, de 29 años, que actualmente cursa el último semestre de la Maestría en Comunicación en la Ibero.

Stephanie Morón Terrazas en la Universidad Iberoamericana

Como yo, Stephanie llegó tarde a su primera clase en la maestría. No conocía bien la universidad y se perdió. Con ella estaban dos compañeros suyos, una de Colombia y otro de Cuba. “Desde el principio me junté más con los extranjeros que con los mexicanos, me sentía más identificada con ellos, que estaban igual de perdidos que yo”.

En noviembre de 2016, Stephanie viajó a México para conocer el país y, de paso, explorar opciones para estudiar allí. Visitó varias universidades y postuló a dos. “Llegué hasta la mitad de la postulación en la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), no sé en qué momento decidieron que mi perfil no estaba más en competencia, pero me aceptaron en la Ibero”. Comenzó la maestría en agosto de 2017.

Le costó un poco de trabajo retomar la vida académica, aquella que dejó en 2013 cuando terminó la carrera de Ciencias Políticas en la Universidad Católica Boliviana de La Paz . Le sorprendió gratamente que ya no debía sacarle copia a los textos, pues los recibía en PDF.

“Algo muy positivo del sistema de posgrados acá es que te exigen presentarte con un proyecto de investigación, tú entras sabiendo qué es lo que vas a investigar los dos años si haces una maestría o los cuatro años si haces un doctorado, algo que no pasa en Bolivia”.

El reto para Stephanie fue prepararse para dar el Examen Nacional de Ingreso al Posgrado (EXANI-III), una prueba de conocimientos generales que proporciona información sobre el potencial de los aspirantes a estudios superiores. Es utilizado para apoyar los procesos de admisión en las instituciones que ofrecen programas de posgrado.

En lo personal, la experiencia de estudiar fuera le enseñó a valorar lo que tiene en Bolivia. “Siempre decía que quería irme a México, pero no conocía mi etapa nostálgica;  jamás pensé que iba a extrañar tanto a mi familia, mi casa, mi ciudad, las costumbres, la comida”. Dejó su zona de confort e hizo varias cosas por primera vez: rentar y mantener una casa, cocinar, almorzar en otro horario (más tarde) y convivir con personas de culturas diferentes.

Michelle Luna, también paceña, vive la experiencia de estudiar en México extrañando a su familia, pero convencida de que prefiere cumplir sus sueños y prepararse en lugar de trabajar en lo mismo de siempre. Tiene 25 años y está en el segundo semestre de la Maestría en Comunicación de la Ibero. Supo de la maestría por Stephanie, son amigas.

Michelle Luna en Teotihuacán, importante sitio arqueológico de México.

Lo que está viviendo es mejor de lo que pensaba. “No esperaba tener tantos amigos o que sean tan solidarios, que vaya a existir tanto compañerismo, sobre todo entre los extranjeros; llegas a ser una familia con tus compañeros”.

Para Michelle, México representa una doble oportunidad, la de crecimiento profesional no solo en el campo de la comunicación, también en el del stand up o comedia en vivo, su otra pasión. “Me estoy preparando mucho para dar mis shows acá, mi prioridad es la maestría, pero también le doy atención a la comedia, quizás sea eso por lo que me quede en México o tal vez me vaya mejor en eso”.

Stephanie y Michelle son becarias del gobierno mexicano. Tienen una beca del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), que les otorga una manutención mensual y seguro médico.

A quienes buscan seguir sus pasos, Stephanie les aconseja prepararse mucho porque estudiar en el extranjero es más competitivo. Sugiere averiguar con anticipación los requisitos que las universidades piden y el detalle de las convocatorias a los diversos programas de posgrado. “Si quieren dedicarse a la investigación, hagan un buen proyecto para ser admitidos, deben tener muy claro qué van a investigar”.

Michelle cree que siendo tan fácil para los jóvenes buscar información en internet, lo ideal es usar esa herramienta para saber de becas y requisitos para estudiar fuera de Bolivia. “Es un proceso difícil, pero lo que obtienes al final vale la pena”.

Así piensa también Marco Suxo, de 36 años, quien culminó hace poco una residencia médica en reumatología, un curso de subespecialización de la UNAM. “México es un país excelente para estudiar, no te piden requisitos imposibles como en otros países y no es difícil acostumbrarse al estilo de vida, que es muy parecido al boliviano”.

Marco Suxo en el Hospital Juárez de México

Aunque le costó trabajo acostumbrarse nuevamente al ritmo de estudio y trabajo, como cuando hizo su primera especialidad en La Paz, le gustó que el curso tuviera un alto nivel y contara con un reglamento y un programa bien organizados.

Viajó a Ciudad de México solo y luego lo alcanzaron allá su esposa y sus hijos, a quienes extrañaba mucho al principio. “El costo de vida es casi igual al de Bolivia; los aparatos electrónicos, la tecnología, el transporte público y la ropa son más baratos; la comida tiene un costo similar, pero la vivienda es más cara”.


Conozco a Marco desde que éramos niños y cuando me habló de sus planes para estudiar en México, no dudé en animarlo a que los concretara.

Cuando estudié la maestría, no podía evitar sentirme al medio, siempre entre dos países. Eso no ha cambiado. Tras regresar a Bolivia por tres años, México me llamó de nuevo, esta vez para estudiar un doctorado.

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