Vemos o leemos las noticias en los medios de información y las redes con el ánimo de estar al día y, entonces, comenzamos a observar una serie de acontecimientos que se suscita en la realidad boliviana; sin embargo, la mayoría del tiempo no nos sentamos a analizar el trasfondo de las causas de estos hechos.
En estas semanas nos hemos topado con denuncias contra la Policía Boliviana. A raíz de una investigación de gente foránea, una vez más se destapa un hecho de corrupción en la entidad policial, esta vez sobre los famosos “autos chutos”. A pesar de la inconstitucional y desesperada medida asumida por su Comandante General de quitar años de antigüedad a elemento que sea descubierto con un vehículo indocumentado, se puede presumir que la gran cantidad de bolivianos y bolivianas no retomará la credibilidad en la fuerza del orden, y no olvidemos que la noticia llegó a penas la golpeada entidad verde olivo se estaba levantando del escándalo del “volteo” de droga incautada y de las relaciones de altos cargos jerárquicos de la lucha contra este flagelo con las organizaciones criminales, que aunque se quiera negar, desarrollan sus actividades con casi total libertad en las ya muchas zonas “calientes” de nuestra geografía.
Desde que uno tiene memoria, se habla de la reforma integral de la Policía Boliviana, la entidad legitimada para hacer uso de la fuerza (que muchas veces se le ha pasado la mano en este tema), pero no existe gobierno alguno que lo haya logrado y casi la sociedad está convencida de que no se hará. ¿Será por temor a que esta institución fundamental de cualquier Estado asuma medidas contra los gobernantes de turno, se moleste, se amotine, irrite, encolerice? Vaya usted a saber; pero que la Policía seguirá siendo una institución militarizada, con viejas prácticas, costumbres del siglo XIX, formación arcaica, al parecer con malas y delictivas relaciones, es innegable.
En todo caso, no queda duda de que los miembros de la Policía son seres orgullosos de pertenecer a esta institución, lo que se les introduce en la cabeza a sus miembros seguramente en las “chocolateadas”, “ jaripes” y demás denominaciones que se les otorga tanto en el ámbito militar como policial a los abusos contra sus alumnos y cadetes, pero algo que debemos esperar es que ese orgullo no se convierta en ceguera de sus mandos para por fin lograr cambios trascendentales en beneficio de la población, al final de todo, es una institución necesaria para todos y todas.
Otro acontecimiento que ha dado lugar a muchas noticias fue la lamentable muerte de varios estudiantes en la universidad potosina y la existencia de dirigentes universitarios con larguísimas estancias en las diferentes casas de estudio superior público de nuestro país, lo que incluso contó con una infinidad de “memes” en las redes sociales. Y mire usted que estos hechos solo son la punta del iceberg.
Para nadie es ajeno que estos solo son ejemplos de la forma en que se administra y gestiona el sistema universitario. La corrupción en sus diversos niveles no está alejada de estos presuntamente excelsos y puros centros del saber. Tampoco les es ajena la mediocridad de muchas y muchos docentes que siguen enseñando lo mismo y de la misma forma con sus hojas amarillentas sin enterarse de que estamos en el siglo XXI. Las prebendas, los compadreríos para obtener una cátedra, la violencia y argucias empleadas para tomar un Centro de Estudiantes y las Federaciones Universitarias; las malas prácticas dentro de las administraciones, comedores universitarios, consejos universitarios, defensas de tesis y grado, y un largo etcétera, sin olvidar temas como la violencia contra la mujer universitaria, acoso sexual y otros problemas no menores.
Como pasa en la institución verde olivo, al parecer no hay poder en esta tierra que pueda lograr cambios efectivos en el sistema universitario, que muchas veces ha empleado mal su autonomía para evitarlos, modificarlos o simplemente presionar a los diferentes gobiernos que lo intentaron. Lo único que queda es esperar la voluntad de sus autoridades, que quizá son tales justamente porque han apalancado, encubierto y participado en los problemas antes descritos y no en las soluciones. ¿Habrá alguien que les ponga los cascabeles a muchos gatos de las universidades?
Finalmente, otra noticia que ha consternado a la ciudadanía principalmente paceña es el fallecimiento de dos obreros y las lesiones graves de un tercero en un derrumbe dentro de una construcción privada. Según la Alcaldía paceña, se trata de una construcción fuera de norma y sin autorización, de acuerdo a la empresa propietaria con todos los permisos de la Alcaldía de Palca, en plena calle 15 de Calacoto, para aquellos que conocen La Paz el lugar se encuentra a unos cientos de metros de San Miguel, el corazón de la zona sur de esta ciudad.
Lo narrado resulta extraño y hasta irracional para la ciudadanía en general; sin embargo, habrá que investigar a fondo el tema para determinar si hay temas de corrupción o simples argucias legales de los abogados de la empresa constructora que trataron de engañar el control del municipio paceño. Esta práctica se está volviendo recurrente, así como por ejemplo registrar tu vehículo en un municipio aledaño al que resides para pagar menos impuestos, construir sin autorización alguna, asentar un negocio sin la patente y licencia adecuadas, lotear y tomar predios públicos, etc.
Como se observa, todos estos acontecimientos podrían no tener elementos comunes, pero sí los tienen. El trastoque de valores está presente en todos ellos. Estamos poco a poco perdiendo principios básicos democráticos, ciudadanos y de derechos humanos, y a pesar de que nuestra Constitución Política del Estado se encuentra llena de ellos, al parecer nuevamente es papel mojado en manos de quienes detentan el poder institucional y fáctico.
Estamos tan mal como Estado y sociedad que parece que estas cosas se han normalizado y lo más grave es que ya casi se han institucionalizado, son moneda corriente en nuestro día a día. La ciudadanía solo espera escuchar en las noticias el siguiente escándalo, hecho de corrupción, mala administración y gestión, vulneración de derechos humanos, y violencia. Y parecería que solo nos queda suspirar, tragar, refunfuñar un poco y tratar de escapar de estos, quizá en el mundo virtual.
Estamos mal... Necesitamos una varita mágica que haga borrón y cuenta nueva, y que nos lleve a otro momento. Estamos sedientos de una transformación real en todos estos aspectos de nuestro acontecer. Todas y todos podríamos contribuir desde la educación, formación, ejemplo y práctica cotidiana. No perdamos la fe y esperanza, todavía hay tiempo.
Comentarios